14 abr 2008

Anarcotizados desde los 80


Una de las cosas interesantes de la red es que, de repente, aparece alguien que parece que no tuviera bien clara la noción de anarquismo y me trata como si fuera un anarquista.

Sorprendido por la atribución, y aprovechando un libro que me prestó otro psiquiatra barbudo, volví a leer el tema. Entonces llegué a esas preguntas que quedan colgadas a los 18 años, o a los 20.

Una de las cosas que nos marcó a la generación que vivió la infancia bajo dictadura fue esa noción de “estar de un lado”. Porque en aquellos tiempos maniqueos, existían solo dos bandos posibles. Quizás los demócratas locales eran un poco más inclinados a la izquierda y los republicanos un poco más a a la derecha. En 1980, la dictadura realizó un interesante plebiscito: había que decir “Si” o “No". Existían por supuesto otras alternativas: no votar, votar en blanco, votar anulado... Pero en los hechos: Si o No. La mayoría votó “No” y se tuvieron que ir, de a poquito, retirada estratégica, como le dicen.

Entonces uno “era” algo. Era comprometido, dentro de los comprometidos, de izquierda, dentro de la izquierda, un poco más allá del socialismo y un poco más acá de la lucha armada. En esa región se encontraban los que en aquella época decían ser anarquistas.

Recuerdo que después se habló de comunidades, de suecas embarazadas y de ahí a la revista Hola.

Aquello quedó como perdido, anacrónico y degradado. O al menos eso fue la percepción para mí, en aquellos años.

Una de las formas de ser anarquista fue el movimiento Punk de la zona (en un mejunje teórico entre Ramones y Bakunin se movía una fauna tipo peces del abismo: oscuros, llenos de adornos pinchudos y reverendamente feos). Algunos, pocos años después, se reconvirtieron a una estética más R.E.M. Y de ahí a la revista Hola.

En otros lugares tomó forma de hogar comunitario con increíbles historias de sexo, drogas y rocanrol que pasaron por la Rolling Stone y de ahí a la revista Hola.

Entonces, nadie encaró transformación política utópica cuando la izquierda asomaba al poder. Además de poco práctico (es cierto), tenía un tufillo demodé.

Ahí el anarquista tomó forma de ex-guerrillero que planta una quinta y hace docencia generacional.

La gente le da votos, sin saber exactamente porqué. Siempre le tironean del lado del populismo para ver si logran que aparezca en la revista Hola. Ellos también anuncian una retirada estratégica sabiendo que corren el riesgo de que dentro de unos años los Demócratas sean más republicanos y los Republicanos más demócratas.

El continente adopta ese perfil, para homogeneizarse y poder sobrevivir en el reparto del mundo en el que hay lugar para unos pocos reyes. Quizás los 9 reyes humanos que, portadores de anillos del poder, caigan bajo las garras de algún innombrable. Al menos ese es el temor apocalíptico de la barra anti-globalización. Todo indica que es un frente de batalla. Parece que en el norte ahí anda la vanguardia política, mientras las piezas se acomodan en un tablero lleno de temor a la guerra.

Es como volver a esos momentos en que se estaba de un lado o del otro.

Ya anunciaron la lógica maniquea y apuraron el paso para la conquista del mundo.

Mientras se levantan fortalezas que ocultan la victoria transitoria y lo feo.

Se saludan en el grupo de los n y son miembros del consejo del mundo, cada vez más endebles y más caretas de un poder que les paga para administrar a las masas. Cada vez más managers y cada vez menos caudillos. Ellos quieren maximizar la ganancia, eficiencia y ver que los empleados rindan. Te pagan un sueldo, le sacan los diezmos (varias veces) y te dicen en qué gastar el resto.

Mientras tanto uno se pregunta si no hay formas alternativas de organización política.

¿Cómo se produce el arroz que voy a comer mañana en una sociedad anarquista? ¿Puede una sociedad anarquista alimentar a todos los que hay para alimentar? ¿Es viable eliminar la moneda? ¿Quién va a fabricar los tractores? ¿A quién se los van a dar? ¿A cambio de qué? ¿Le paga con arroz para que los de la fábrica cambien el excedente por metal , para que la fundición cambie el excedente por hierro, para que coma un minero?

Porque miren que si no hay tractor, no hay comida para todos, ¿eh?

¿Le damos todo el poder a un “estado” que termina siendo pantalla para una camarilla que digita destinos o directamente le damos el poder a una camarilla?

Escribo todo ésto mientras mis hijos hacen sus deberes para la escuela y me cae una vorágine de cosas domésticas que hacer. Como dijo Quino, lo urgente no deja tiempo para lo importante. Y Bakunin me mira desde una esquina de mi escritorio.